Cuando la enfermedad se instala en tu vida, el Universo se toma un tripi y te multiplica x 10.000, las situaciones en las que puedes querer morir de vergüenza.

Ante esos momentos, o bien de forma innata, o bien aprendiendo otra habilidad, con el tiempo, se puede intentar desdramatizar.

A veces es para partirse de risa, risa tragicómica, eso también es verdad…

Uno de esos capítulos almodovarianos tuvo lugar hace 5 veranos.

“Tras el Neurocirujano número 11, me puse en manos de un fisioterapeuta titulado   (Cero empático y bastante ignorante en dolor crónico;  con frases del tipo: “ El umbral del dolor sólo está en tu pensamiento”… con el que compartí ratos de terapia acuática durante 3 meses y al que no echo nada de menos)

Las instrucciones del Neurocirujano eran fortalecer el cuello. Y para eso, lo mejor, la piscina.

Que es algo que he oído hasta el aburrimiento. Lo mejor, piscina. Lo mejor, Natación.

Será dependiendo del sujeto o sujeta…no? Pues no, la natación es por lo visto el Santo Grial..

Allá que voy, a la piscina de un super mega gimnasio en la super mega milla de oro porque el que sabe cómo va esto de la rehabilitación, es el super mega fisioterapeuta que trabaja allí… ¡Catacaldos!, diría mi Madre… (que por aquel entonces tuvo que pagar la super mega cuota mensual  porque yo ya no podía trabajar…)

La piscina era climatizada…. (agua a 28 grados). Vale… para muchas personas que no lo entiendan aún, una piscina climatizada es donde algunos pasamos un frío mortal de necesidad. No somos frioleros…. Tenemos hiperalgesia al frío o escasa tolerancia a las bajas temperaturas. Sistema Nervioso Central escacharrado. 

Días de Rehabilitación:

Primer esfuerzo: Vestirse para salir, llegar a destino, desvestirse  otra vez, y ponerse el modelazo de piscina.

Mi outfit pertenecía a la temporada “cuando reinó Carolo”: Bañador, tapones en los oídos, mi gorriche de natación nada favorecedor,  gafas de agua y mi neopreno.

Efectivamente. Neopreno. En pleno verano, en un sitio cerrado, con cristales donde pegaba el sol y había un vaho como en las discotecas de los 80….  Yo arropada por Mi neopreno para meterme en una piscina cerrada y climatizada. La Sensibilidad al Frío no es ninguna coña, más bien una putadita…

Como suelen ser estas piscinas, estaba dividida por calles, como las piscinas olímpicas de verdad, y cada individuo o individua (en mis horarios todos de la edad dorada o el ocaso de la edad), tenía su calle para nadar.

Me dice el super mega fisio de palo: Empezaremos con ejercicios sencillos.

(Desde el borde de la piscina, eh?, nada de meterse en el agua conmigo y despeinarse) :

 “Tienes que Ir y volver todo lo largo de tu calle, dando saltitos. 10 largos así. Y Después de esos 10 largos dando saltitos, vas a hacer otros 10 dando saltitos y apartando el agua con las manos a la vez.”

Bien.

Gafas, tapones, gorriche, neorpreno… al agua.

Joderrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrr qué fríaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa

Me pongo a dar saltos, mientras pienso que daría mi reino para estar con el grupo de señoras de bañador de flores bailando Chayanne en la calle piscinera de al lado y dejarme de traumas y ejercicios solitarios.

No sé en qué número de largo fue,  pero ya llevaba un rato tragando agua a cada salto, porque entre que no hacía pie en casi toda la piscina y los saltos eran más bien ahogadillas de cabeza pa dentro y pa fuera,  sumémosle que las Señoras poco estilizadas de mi lado brincaban como las cabras de Heidi a ritmo de “ Hay que ser Torero” y levantaban un oleaje que llegaba a mi boca y a mis agujeritos de la nariz, y en general a todos mis agujeros, y que no podía dejar de tiritar, terminé levantando la mano y pidiendo bandera blanca de rendición.

El super mega fisio me dice: Increíble, en 15 minutos, moviéndote y con tanta capa neoprénica, y estás con los labios entre morados y negro oscuro. Pa afuera del agua!

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Acudí al siguiente día, después de librar mil batallas con mi Yo Interno que bramaba “hijaputa no vayas”…… y me esperaba una super sorpresa:

Fisio: “A partir de ahora vas a ponerte unas aletas en tus pies. Tienes que nadar de espaldas, con la cabeza fuera del agua mirando hacia el frente y pataleando de extremo a extremo de la piscina”

(¿A que lo has tenido que leer dos veces para enterarte de qué carajo había que hacer?)

(Subconsciente: ¿por qué te ignoro?)

Bien, vamos allá…

Me calzo unas aletas comunitarias con un poco de asquito, y me tiro al agua otra vez por mi Calle número 1.

Mantente panza arriba, salpicándome a cada patada que daba ; las aletas me hacían grácil como una Orca, las gafas con tanta agua dentro que apenas parpadeaba, sin tener ni puñetera idea de por dónde iba mi rumbo porque sólo veía techo…,

De repente veía pasar boyas por encima de mi cabeza… (igual no voy derecha, pensaba), pero sigo, dale que te pego, para terminar, del inicio en la calle 1 al final en la calle 4, eructando con perdón, media piscina de todo lo que tragaba, y chocando con todo individue que nadaba por su corralito. o peor,  chocando con mi propia cabeza el bordillo de fin de piscina.

Como  casi nunca podía calcular cuándo llegaría  me avisaba el  ¡pum!: cabeza contra la pared de la piscina , (anda coño, pues acabo de terminar un largo), y pensando…..: salgo con una hernia nueva a este ritmo. Me voy a poner una chichonera encima del gorro de piscina…

Medio ahogada, tiritando y escuchando improperios de los otros usuarios. Fuera del agua de nuevo!!

Verídico que uno de los socios de ese super mega gym era un nadador profesional que entrenaba allí varias veces a la semana, que me puso mote (sardinilla asesina) y que preguntó por mis horarios en la recepción, para no coincidir conmigo jamás dentro del agua.

Le entiendo. 

Yo llevaba la L de novata en una disciplina llamada :  “no morir ahogada 100 metros lisos de espaldas” .

Qué barbaridad.”

Parte Negativa y Parte Positiva:

Lo peor de aquellas semanas no fueron mis pintas infames, (no conservo ninguna foto, por fortuna), ni los masajes después de aquella rutina con el super mega fisio que con sus conocimientos de dolor me hacía daño muchos días porque “para fortalecer hay que forzar”, ni siquiera el dinero en taxi que gastaba cada vuelta a mi casa porque salía como apaleada en un callejón….

Lo peor tampoco fue que cuando por fin conquistaba mi sofá, era para estar dos o tres días con un dolor de cuerpo indescriptible, dolor de cuello impresionante, con un malestar que me hacía vomitar lo que comía o bebía, con episodios de fiebre por agotamiento…. hasta que me recuperaba y  ese día,( por mí que no quede mejorar mi salud) , volvía a esa piscina…

Lo que más me jode de la experiencia fue confiar en un criterio médico y de un fisio, que generalizaron, que no tuvieron en cuenta mi sensibilidad al frío, que no quisieron darse cuenta que en mi cuerpo,  existen varias patologías y lo que pueda ser buena para una es terrible para la otra, y puse su sabiduría por encima de la de la Vocecita Interior que me decía: Esto no te está haciendo bien, no es para ti, no lo ves??

La parte positiva es que durante aquellas semanas, cumplí a la perfección la máxima de beber al menos 2 litros de agua al día… jajajaja

Y que de aquella experiencia tengo unas aletas que me compré, para usar las mías, y no las que estaban allí para todxs (invertir en los propios escrúpulos siempre es bien), que están con tantos roces, que parece que las usé para cruzar el Canal de Suez mientras me disparaban a los pies.

También Conservo un gorro de natación, que en mi caso, es un estilismo absolutamente incompatible y  lo más incombinable del mundo , incombinable con el pelo de la cabeza, con la autoestima… Ese está nuevo. Tuve que comprarlo después de cargarme el antiguo en un utensilio que tenían para secar los bañadores y que me centrifugó mi licra de la cabeza cuando lo metí sin leer el cartel de “no meter gorros de baño”.

Si lo quieres, es tuyo, le pongo un lazo y te lo regalo.

Lo mejor fue ver a Olvido Gara en el vestuario, sin maquillar ( A ver cuántos pueden decir eso),  y Belly, la Señora que trabajaba en primera línea del super mega gimnasio, que cada vez que salía de allí rumbo al lecho del dolor, tenía siempre palabras de ánimo para que confiase que iba a mejorar.

La Moraleja de este asunto es: Qué pena que no lo hubiese grabado porque ahora estaríamos todos muertos de la risa y yo muerta de la vergüenza.

Y la más importante: No todo es bueno para todxs.. No todas las terapias funcionan por igual y tienen los mismos efectos. Cada paciente es un mundo y debe tener una línea de tratamientos hecha a medida.

Escuchar al cuerpo es vital porque en realidad, es el que sabe de lo que realmente está pasando en mi interior. Y si eres fisio, doctor, enfermera, psicóloga, médico de cabecera, especialista, terapeuta…. Escucha todo lo que tengan que contarte…..

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